Si te digo la verdad, la isla de Tenerife no me despertaba gran curiosidad y no sé muy bien por qué. Con lo que me gusta la montaña y estando allí el Teide, lo más lógico era que tuviese ganas de ir. Pero no, siempre que pensaba en Canarias, mi mente me imaginaba en Lanzarote. El caso es que para marzo de 2018 quisimos organizar una semana de desconexión y buscamos un destino con buen clima. Y claro, tenemos la suerte de tener las Islas Canarias bien conectadas y a buen precio. De todas las islas, el vuelo a Tenerife era el que salía más económico (71,43€/persona), así que allí que nos fuimos.

De toda la semana, lo único que habíamos reservado era el coche de alquiler (78,37€ TODA LA SEMANA) y las dos primeras noches en unas cabañas monísimas junto a la playa La Tejita (41,60€/la noche).

Como llegamos por la noche, cogimos el coche en el aeropuerto y nos fuimos directamente al camping. Al día siguiente estuvimos recorriendo toda la costa de El Médano, un pueblete con mucho encanto y un rollito hippie que nos cautivó. Allí habíamos quedado con un colega de Villalonga que estaba pasando en la isla una temporada y que se encargó de darnos un montón de recomendaciones para disfrutar de la experiencia.
El tercer día nos despedimos de nuestras cabañas y nos dirigimos a Los Gigantes, donde alucinamos con las vistas y acabamos haciendo una ruta muy chula.



Cuando acabamos, nos fuimos a Masca. Un pueblete minúsculo rodeado de montañas impresionantes, desde donde empieza una ruta preciosa por el barranco y que en aquel momento estaba cerrada por derrumbe. Nuestro gozo en un pozo.

Durante ese mismo día, reservamos noche en Icod de los Vinos (39€/la noche). Nos pillaba de camino y así aprovechábamos para visitar su Drago Milenario.




Así que, el cuarto día, después de conocer Icod, pasamos por Garachico y nos quedamos con las ganas de disfrutar de sus piscinas naturales. Una pena que el clima no acompañase y la marea estuviese revolucionada.

Ya después de comer, nos dirigimos a Puerto de La Cruz y lo recorrimos en un paseo súper completo que empieza en el jardín botánico y acaba el el Barrio de la Ranilla.





La Ranilla me enamoró, me recordó al barrio de la boca en Buenos aires y me entraron ganas de bailar tango.
El día fue intenso y se nos hizo un poco tarde para llegar a nuestro próximo alojamiento en Tejina (40€/la noche).
A la mañana siguiente, ya cerca de los Montes de Anaga, quisimos hacer una ruta muy conocida, fácil y con un entorno de cuento, que se llama El Bosque Encantado. Pero deberíamos haber hecho reserva previa y como en este viaje reinaba la improvisación, no la teníamos y tuvimos que buscar alternativa. Es una zona muy verde y montañosa, por lo que había muchas opciones.

Después de una larga caminata, nos acercamos a la Playa de Benijo a ver la puesta de sol mientras picoteábamos algo. Una maravilla.
El sexto día, después de haber pasado la noche en el Albergue Montes de Anaga compartiendo habitación con dos catalanas remajas, hicimos una ruta por la costa acompañados de un tiempo un poco feo. Cuando acabamos, fuimos a la Playa de las Teresitas, la única de arena blanca, y alucinamos con el solazo que hacía allí. Así que nos tiramos al sol y nos relajamos un buen rato. Continuamos la jornada visitando La Laguna y para acabar, nos dirigimos a Vilaflor. El pueblo donde decidimos pasar la noche (50€) previa a la visita al Teide.
El séptimo día nos levantamos prontito e ilusionados por conocer el Parque Nacional del Teide e intentar subir hasta la cima.


Pero, de nuevo, nuestro gozo en un pozo!
El caso es que el teleférico estaba parado por el viento y la cima estaba cerrada por la nieve. Una pena y otra señal que nos indicaba que deberíamos volver a la isla y acabar de disfrutarla. Aprovechamos el día igual, porque la zona es una espectáculo y hay un montón de rutas que hacer. Por lo que nos dejamos aconsejar por la chica de la oficina de información y nos pasamos la mañana andando entre las nubes. Una pasada 100% aconsejable. Ahora, además, sé que siendo una persona previsora, se puede reservar cama en el refugio que hay casi en la cima del Teide. Me imagino ver las estrellas o un amanecer desde ahí arriba y me emociono.
La última noche la pasamos, agotados, en El Médano (34€) y ya que estábamos allí, aprovechamos para dar el último paseo y hacer alguna comprita durante la mañana siguiente. Así solo nos quedaba devolver el coche en el aeropuerto y subirnos al avión.

La aventura de una semana en Tenerife resultó ser muy corta. Nos supo a poco y ya estamos deseando volver. Buenos precios, buen clima y gente muy amable que nos hizo sentir muy a gusto. Repetiremos, porque conocimos una isla con una naturaleza brutal que nunca nos habríamos imaginado y porque se nos quedaron varios planes por hacer.