Ya le conté que El Hijo del Carpintero es un proyecto personal y que nació como una vía de escape. Pero yo soy de las que cree en el “juntos es mejor”, y puestos a escapar… Preferí hacerlo acompañada! Así que en esta aventura no estoy sola y doy gracias. Porque, ¿qué sería de Don Quijote sin Sancho Panza? ¿Y de Thelma sin Louise? O mi favorita, ¿qué habría sido de Bonnie sin Clyde? Tengo claro que la vida separados habría sido muy diferente y, seguramente, muchísimo más aburrida.
Pues eso. Digamos que en mi papel de Bonnie lo que hago es comunicar, diseñar y pasar horas pensando en que todo lo relacionado con El Hijo del Carpintero tenga una cohesión, más o menos, comprensible. Bueno, también hago cosas divertidas como pintar, fotografiar, encerar… Jiji!
Luego está Clyde, que en este caso es un punk rocker! Es el que se ocupa de la maquinaria pesada; la caladora ha pasado a ser una extensión de su cuerpo. Y también, y mucho más importante, es quién me apoya desde el minuto cero, quién me dice lo bien que lo hago y quién consigue que me centre cuando se me va la olla… Cosa que, a veces, es inevitable.
Pero no podía faltar el tercero en discordia y es ahí donde entra Mi Señora Madre. Ella está a las agujas y es la culpable de que mi lado creativo-artesanal haya estado siempre despierto. Y aunque en un primer momento no pudo disimular su cara de “Madre mía, otro autónomo en la familia!”, su postura fue “Y yo en que te puedo ayudar?”. Y es que lo de “si se hace, se hace bien” también me lo enseñó ella.
En fin, hasta aquí mi banda bien avenida. Muy diferente a la de Bonnie Parker, pero banda al fin y al cabo…
A Vosotros, muchas gracias por ponérmelo tan, tan fácil.
